El regreso de la inflación
RODRIGO ARAVENA GONZÁLEZ Economista Jefe – Banco de Chile
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Rodrigo Aravena
Un tema que estuvo al centro del debate durante la última década fue la baja inflación global, ya que persistía en niveles reducidos pese al bajo desempleo, niveles récord de liquidez y mayor crecimiento. Pese ello, las presiones desinflacionarias fueron tales que impulsaron a los bancos centrales a tomar medidas inéditas, como llevar las tasas de interés a valores negativos, e incluso se generó un debate académico sobre la validez que aún tenía la Curva de Phillips.
En Chile incluso se llegó a discutir sobre la conveniencia de modificar la meta de inflación del Banco Central y bajarla del 3%. Sin embargo, hoy tenemos diversas razones para pensar que esta discusión quedó atrás y que el desafío será justamente el opuesto. ¿Qué ha ocurrido para justificar estos cambios?
Son varios los factores que hoy generan mayores riesgos inflacionarios. Para partir, existe un impacto de las políticas macro implementadas durante la pandemia. Además del mayor gasto fiscal (que este año crecería cerca de 25%), han existido otras medidas que han incrementado la demanda, como los retiros por más de US$ 50.000 millones de los fondos de pensiones, cifra que equivale a más de tres meses de consumo privado promedio de Chile. Es más, todos los recursos movilizados en esta pandemia (que no son estrictamente sumables) equivalen a cerca de 30% del PIB, constituyendo uno de los países que más acciones reactivadoras ha tomado a nivel global.
En la medida que estos factores no se retiren pronto, los riesgos de inflación serán mayores. Es importante considerar que diversos socios comerciales de Chile (como EEUU) enfrentan un cuadro similar, por lo que además podríamos tener presiones inflacionarias importadas.
Pero la inflación no ha sido sólo demanda, ya que hay factores de oferta que pueden añadir presiones más persistentes. En el corto plazo, las restricciones de movilidad han afectado el funcionamiento de las cadenas productivas y reposiciones de inventarios, elevando diversos costos de producción.
Adicionalmente, la caída que ha presentado la fuerza de trabajo puede generar presiones adicionales de costos laborales, incrementando aún más las presiones de oferta, pero quizás algo permanente. Es importante considerar que la normalización de la fuerza de trabajo no sólo depende de las restricciones de movilidad, sino también de otros factores, como la estructura de subsidios de desempleo y la capacidad que tenga la economía de conciliar el progreso tecnológico con la adaptación necesaria de la fuerza de trabajo, entre otros.
No cabe duda de que estos elementos no solo han estado en el centro del análisis en Chile, sino en gran parte del mundo. Sin embargo, hay ciertos factores idiosincráticos, relacionados con la discusión política actual, que también podrían tener un impacto inflacionario. Por mencionar algunos, es importante consignar la discusión relacionada al rol del Banco Central en la economía, la cual va más allá de su autonomía (por ejemplo, en definiciones como el tipo de objetivos considerados en su mandato). En la misma línea, los compromisos de gastos que se adquieran en la discusión constitucional, sobre todo aquellos que sean permanentes, también tendrían impactos inflacionarios de mediano plazo.
No puedo finalizar esta columna sin mencionar el rol que tiene la capacidad de crecimiento de la economía, ya que bien sabemos que en la medida que la inversión sea menor, la inflación estructuralmente tenderá a ser mayor. Y también sabemos que el exceso de inflación tiene efectos negativos en el bienestar y desarrollo del país.